MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA Y CIUDAD HIDALGO, MICHOACÁN

Parte III


Unidos por la Historia

Por: Elizabeth Zamudio Olivares, cronista de Ciudad Hidalgo

Miguel Hidalgo nació en la hacienda de Corralejo, el 8 de mayo de 1753, pasó su infancia como cualquier niño, su padre les enseño a él y sus hermanos las primeras letras, en sus tiempos libres convivía en el campo con los hijos de los campesinos, jugando, pero también aprendiendo su lengua que era el tarasco, las labores agrícolas, ganaderas, instruyéndose sobre cómo ordeñar vacas, hacer quesos, mantequillas, a saber, cuándo y cómo preparar la tierra para la siembra, cuando cosechar, a conocer la flora, la fauna, en fin, era muy inquieto desde pequeño.

Sufrió la pérdida de su mamá a los nueve años, al cumplir los doce y después de haber concluido sus estudios de primeras letras realizados en su propia casa, Miguel y su hermano mayor fueron enviados por su progenitor a Valladolid para que hicieran sus estudios superiores en el Colegio de San Francisco Javier, a cargo de los jesuitas, es en ésta escuela, donde Hidalgo inició sus estudios de gramática latina y retórica y absorbe la línea de pensamiento, que va a regir toda su vida.

Con la expulsión de los jesuitas en abril de 1767, don Cristóbal recoge a sus hijos y decidió llevarlos a su pueblo natal, Tejupilco, donde pasaron algunos meses los hermanos en casa de una tía, es en esta etapa cuando Miguel decidió aprender otomí, lengua que llegó a dominar con el tiempo.

A finales de 1767, él y su hermano volvieron a Valladolid, fueron inscritos en el Colegio de San Nicolás Obispo, la disciplina era muy rigurosa, las actividades iniciaban a las cinco de la mañana, hora en que los alumnos se levantaban para estudiar durante una hora, a las seis iban a misa y al terminar empezaba la primera clase, a las ocho y media desayunaban, para después continuar con sus estudios durante varias horas del día.

Desde los primeros tiempos de estudiante en San Nicolás, sobresalió por su carácter alegre, desinhibido, rebelde y su alto índice intelectual y capacidad de manifestar sus ideas revolucionarias sin importarle contradecir a sus maestros, participaba en todos los concursos de aprovechamiento académico que había y siempre obtenía la victoria, por eso sus compañeros le apodaron “El Zorro”, pues vencía con inteligencia.

Miguel Hidalgo siempre sobresalió en sus estudios, siendo un alumno que terminó antes de los tres años el grado de bachiller en artes, título que obtuvo el 30 de marzo de 1770 en la ciudad de México, en el aula mayor de la Real y Pontificia Universidad.

Continúa sus estudios superiores en el mismo colegio, el primer año estudió teología, escolástica y moral, en el segundo tomó doce materias y por discrepancias filosóficas con algunos de sus maestros lo castigaron suspendiéndole su examen público por un tiempo, cumplida la sanción regresó al colegio, y poco después obtiene junto con su hermano mayor Joaquín, el grado de Bachiller en Teología el 25 de mayo de 1773.

Ya de regreso al Colegio, Miguel Hidalgo se sometió a un examen de oposición para obtener una beca vacante que le daría un desahogo económico y prestigio como docente para presidir academias, sustituir a maestros por ausencia, examinar a fin de año a los estudiantes, ayudar al vicerrector en la vigilancia, presentarse a concursos para cubrir cátedras vacantes y servir como amanuense en la secretaría del colegio, por si fuera poco, estudió idiomas, filosofía, ciencias y arte.

Decidió iniciar sus estudios Canónicos a principios de 1774, a mediados de 1775 ya había recibido las Órdenes Menores, las Mayores y el Subdiaconado, para estas fechas obtiene mediante un brillante examen de oposición la cátedra de filosofía, en 1776 solicita y se le otorga el Diaconado y el 19 de septiembre de 1778 es ordenado sacerdote a los 25 años de edad.

En 1779 gana por oposición la cátedra de gramática latina y enseguida la de artes, en 1782 ocupó en calidad de substituto, la de teología, consagrándose al estudio de esta, es en esta disciplina donde va a dejar huella en el colegio, pues era partidario de la Teología Positiva en contra de la Teología Escolástica que se enseñaba en las aulas.

En 1784 tuvo la oportunidad de expresar con fundamento su pensamiento filosófico revolucionario en un escrito realizado para participar en un concurso llamado “Disertación sobre el verdadero método de enseñar Teología Escolástica”, obtuvo el primer lugar, aunque también fue calificado como “no muy ortodoxo en sus opiniones”.[1]

El doctor Gabriel Méndez Plancarte, quién analizó dicha Disertación Teológica de Hidalgo, la dividió en un prólogo y tres capítulos: primero, del sentido en que debe admitirse la Teología Escolástica; segundo, elogio de la Teología Positiva y de las ciencias que le sirven de auxiliares como la Historia, Cronología, Geografía y la Crítica y tercero, una crítica severa al texto teológico Clípeo y su compendio, ambos del P. Jean Baptiste Gonet, concluía afirmando la necesidad de sustituir dicho texto por uno que lograra el mejor aprovechamiento de los estudiantes, proponía el de las Prelecciones del P. Jacinto Serry por la modernidad de su método, del que era partidario.

Como podemos observar, Miguel Hidalgo, no solo fue un excelente catedrático, sino un filósofo revolucionario que cuestionaba dentro del mismo colegio y de manera pública los métodos de enseñanza que llevaban varios de sus compañeros docentes, mostrando que no llevaban al conocimiento verdadero a los estudiantes y por lo tanto no tenían fundamento ni provecho.

[1]   Mares, Roberto. Miguel Hidalgo y Costilla (Biografía). México, Litografía Ingramex, S. A, 2004, p. 15

 

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