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Mtro. Néstor Dimas Huacuz

A pesar de los preceptos de igualdad e inclusión de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos, el “derecho a la educación” no ha favorecido a los habitantes de los pueblos y comunidades indígenas de nuestro país. Existen amplias brechas en el acceso a las escuelas, en todos los niveles, aunado a la escasa calidad de la educación que reciben los niños y jóvenes indígenas.

Además de que el analfabetismo entre la población indígena no ha sido eliminado, severa es en sí misma la secuela de rezago educativo que se presenta entre el total de los indígenas que acceden al sistema educativo nacional. Mientras que en México un joven, hablante de alguna lengua indígena, alcanza solamente 5.7 años de escolaridad (en promedio), la educación de un joven no indígena es de 9.4 años.

En este mismo sentido, el 60 por ciento de la población de hablantes indígenas de México, en general, no terminó su educación primaria, y apenas un 33 por ciento cuenta con la primaria completa. Por su parte, solo el cinco por ciento de este mismo universo poblacional terminó la secundaria, y, aproximadamente, solo el 2 por ciento alcanzó estudios completos de educación superior.

La política pública de la educación indígena en México tiene más de cincuenta años de haber sido instaurada a nivel nacional. En Michoacán ya rebasamos ese periodo de tiempo, en el cual no se ha generado, en realidad, una educación propia para ninguno de los pueblos originarios en México. El Centro Regional de Educación Fundamental para la América Latina (CREFAL), institución pionera de carácter multilateral, fue establecido en el epicentro de la sociedad p’urhépecha, en 1950, para contribuir a eliminar el analfabetismo en México y los demás países de Latinoamérica.

A pesar de esta situación histórica, la educación pública para los pueblos indígenas se ha reducido a proporcionar materiales didácticos para la enseñanza de la escritura y la lectura, y a través de libros elaborados con lineamientos propios de la educación general, con la finalidad específica de prestarle atención pública a las habilidades básicas de la lectoescritura. Nunca, sin embargo, se nos ha ofrecido la oportunidad de transitar sobre los amplios campos del saber humano. Esto es, de apropiarnos de los instrumentos modernos de la ciencia y la tecnología, además de poder dominar la amplitud de las artes y las humanidades en conjunto con el estudio y dominio de nuestras lenguas y filosofías desde el alma y el corazón.

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