José Juan Marín

Tenemos un solo país, llamado México, y en el que nuestro gentilicio es ser llamados mexicanos. Y no podríamos ser de otra nacionalidad ni llamarnos de otra manera, porque los nombres son producto de historia y cultura.

Además, si como señaló Octavio Paz, “geografía es destino”, nuestra sangre tiene el calor de esta tierra y nuestros sueños tienen la voluntad de vuelo del aire de México.

Pero nuestro país no es sólo un nombre que da origen a un gentilicio, porque es también una historia y, dentro de ella, el peso de los siglos que dieron forma a nuestra identidad.

Por consiguiente, en el nombre y en el gentilicio, en la geografía y en la historia que somos, hay una estructura de nación y una forma de Estado que costó muchas luchas, muchas vidas y varias revoluciones forjar.

Las naciones no nacen de la nada ni crecen en el vacío, porque somos nosotros los que les damos el ser y la permanencia, un rostro que las distingue en el tiempo y una proyección más allá de nuestra propia vida.

Importa cuidar lo que tenemos: la nación y la patria que somos, porque, como bien dijo el constitucionalista Mariano Otero en el siglo XIX, “una nación es un proyecto a realizar”, y ese proyecto es cada uno de nosotros en sus afanes cotidianos, en su hambre de superación, en la esperanza que da vigor a nuestro día a día.

Aquí, sobre esta geografía, la nación se hizo sueño cuando nacieron las primeras raíces de una cultura.

Aquí, sobre esta geografía, a la nación le nacieron alas cuando surgieron las primeras semillas de nuestra rica tradición histórica.

Aquí, sobre esta geografía, nuestra nación levantó el vuelo cuando dimos forma a un sistema jurídico y político, y en el momento en que nos constituimos como un Estado democrático.

Por todas estas razones, es importante recordar que nuestra nación es fruto del esfuerzo valioso y trascendente de muchas generaciones, sin las cuales seríamos cualquier otra cosa en la historia, pero no mexicanos.

Luego entonces, es importante saber que “cualquier nuevo comienzo se forja a partir de los fragmentos del pasado, no de su abandono”.

También, es importantísimo saber que toda historia mira hacia adelante, como condición para que una nación deje de ser estanque y se vuelva manantial.

Cuidar hoy lo que somos y lo que tenemos, es la primera condición para desarrollar en nuestros genes y en nuestra sangre una voluntad de porvenir.

Tener un pasado grandioso sin porvenir, es tener un pasado mutilado. Tener aspiraciones de futuro sin un pasado glorioso, es como tener una esperanza vacía.

Por ello, cuidemos lo que hemos sido como mexicanos a través de la historia.

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