Tranquilino González Gómez

La Semana Santa es quizás la festividad religiosa más importante del cristianismo. Es el momento en que el Mesías cumple su misión en esta tierra, sellándola con su muerte para mostrarle al mundo que la vía espiritual se puede cumplir, a pesar de todas las adversidades.

Su máxima de “Ama a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”, es la síntesis de las enseñanzas más profundas en lo humano, pero ha sido expresada con tanta sencillez, que pareciera ser comprendida por todos, aun por los que no tienen grandes estudios. El problema es que pocos estudian y practican el amor como un compromiso religioso. El amor a Dios que surge de la comunión con el amor de uno mismo, para hacerse servicio en el prójimo.

Días de guardar les llama la iglesia a los días sagrados de la Semana Santa. En la tranquilidad del descanso se puede tomar conciencia del quehacer espiritual particular y del colectivo. El domingo de pascua el Cristo Rey entra triunfante a Jerusalén; luego, inicia la etapa de su calvario: el jueves la última cena y el viernes es crucificado, para que el domingo se manifieste la gloria de su resurrección.

En estos días los representantes de la religión católica nos invitan al recogimiento espiritual, a la oración y a realizar las virtudes cristianas que, sin duda, están llenas de la gran sabiduría del Maestro Jesús, que dejó una sagrada enseñanza con el ejemplo de su vida. Los días Santos debieran ser un espacio de autoreflexion.

¿Quién no tiene presente el INRI puesto en la cruz, con la imagen sangrante del cristo crucificado?. En estos días las representaciones del vía crucis atraen a los turistas, las películas del calvario motivan caminar en las ciudades de nuestro agrado para visitar los templos, para sacudirnos los problemas de una pandemia que para bien o para mal cambió nuestra percepción de las cosas y les dio nueva claridad a los valores que guían nuestras vidas.

La gran revolución a la que asistimos hoy es la revolución de las consciencias. El darnos cuenta de los principios y valores que son el fundamento de nuestras vidas. La paz y tranquilidad que urgen en un mundo de guerras y violencia de quienes buscan sostener o entronizarse en el poder de la riqueza y los bienes materiales.

Dejemos que los grandes estudiosos de la historia de las religiones, nos expliquen los fundamentos sociales y legales de estas necesidades del ser humano. Otros habrá que den razón de los efectos económicos y psicológicos de la razón de ser de las religiones y sus iglesias. La profundidad del espacio y tiempo y su accionar en el presente, así como los avances de las ciencias y tecnologías que se armonizan más con los dogmas teológicos, sin duda son muy atractivos e importantes para los grandes pensadores y teóricos del conocimiento.

Otros redescubrimos en carne viva el valor de la salud. Entendimos que el amor es el centro de la vida. La relación al interior de nuestra familia fue decisiva para enfrentar los encierros en nuestras casas, y compartir los quehaceres del hogar, el trabajo en internet, la educación también en línea de nuestros hijos. Nuestras muchas y variadas peticiones a Dios seguramente fueron escuchadas. El amor se reafirmó entre las parejas, o en contraparte se concretizaron las separaciones y divorcios donde el amor ya no tenía residencia. Todo esto es parte de nuestro ahora en esta Semana Santa.

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