José Juan Marín
En las últimas semanas la naturaleza nuevamente nos ha dado difíciles lecciones y aprendizajes. Tanto los incendios al sur de Chile como los terremotos en Turquía y Siria nos obligan a reflexionar sobre la forma en que nos hemos relacionado con el medio ambiente, las estrategias para enfrentar los desastres naturales desde lo humano y lo político y el uso de las herramientas que la misma naturaleza nos da para reaccionar a las contingencias.
En México hay poca cultura de prevención de desastres. Se habla de programas al respecto, pero a 38 años del sismo de 1985, que afectó a la Ciudad de México poco se ha avanzado
Por eso la importancia de que las autoridades dialoguen con Protección Civil y demás instancias que tengan que ver con prevención de desastres para realizar zonificaciones y atlas de riesgos que identifiquen las áreas problemáticas; además de propuestas para hacer llegar a la comunidad la información generada.
Las instituciones de educación superior, que imparten licenciaturas y posgrados relacionados con la geografía de los riesgos, podrían apoyar con la elaboración de iniciativas. “Lo malo es que se hace de manera particular y no de manera programada, con un impacto mucho mayor”.
La ciudad de Morelia, desde su fundación en 1541, se ubica en el Cinturón Volcánico Transversal, una zona con presencia de volcanes y sismos. En el centro de la ciudad es posible observar edificios de la época colonial que no cuentan con paredes de construcción antisísmica como la catedral. Este peligro era el único que tenía la ciudad, pues el centro colonial se construyó sobre pendientes suaves, y lejos de los cauces de los principales ríos que la cruzan: el Río Chiquito y el Río Grande.
» En las últimas tres décadas, diferentes zonas urbanas en el centro de México han sido afectadas por hundimientos diferenciales del suelo; generalmente estos procesos se han ligado a la sobreexplotación de acuíferos «, Afirman las investigadoras de la UNAM, Doctora Frida Güiza y la Bióloga Erna López-Granados
En la ciudad de Morelia, este tipo de fenómeno inició en 1983. En 1988 se habían identificado en la ciudad de Morelia las siguientes fallas: La Colina, antigua Central Camionera, Chapultepec y la Paloma. Para 1993, el número de fallas aumentó a cinco, con el desplazamiento en la Falla de Torremolinos. Hasta el año 2001 se identificaron dos fallas más: la de Cuautla y Ventura Puente, hoy se contabilizan 16 fallas, indicativo de que estas aumentan con el nivel de urbanización y la explotación de los mantos acuíferos.
Las primeras investigaciones sobre las fallas geológicas y sísmicas en Morelia datan de 1976, cuando el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) ha realizado cartas cartográficas, topográficas e hidrológicas de la Ciudad de Morelia. Fue hasta los años 1983-1984 cuando comenzaron los estudios por parte de un grupo de investigadores de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH) del Instituto Politécnico Nacional (IPN), y de la UNAM.
Hoy en nuestra ciudad son numerosos los fraccionamientos construidos en zonas inundables o que atraviesan una de las fallas de la ciudad.
Las condiciones peligrosas de orden natural como las lluvias, inundaciones o sismos, no son condiciones generadoras de desastres por sí mismas. Los desastres se construyen en las sociedades por las decisiones tomadas por sus habitantes y la regulación deficiente, la corrupción, así como por condiciones de orden social como la pobreza, la precariedad y la exclusión social.
El ordenamiento del territorio está regulado en papel, pero muchas veces no se concreta en la práctica y la falta de ética provoca que sean violados reglamentos que no permiten construir en determinados espacios, porque pueden inundarse, ocurrir deslizamientos o sufrir el impacto de una erupción volcánica. Pasa que por otro tipo de intereses siguen permitiendo construcciones en esos sitios.
Es lamentable que los políticos no suelan consultar a la ciencia para tomar decisiones en la gestión integral de riesgo de desastres y mejorar la situación de la gente ante fenómenos naturales. La toma de decisiones se basa en intereses políticos.