José Juan Marín
Los residuos son un grave problema para las grandes ciudades y, en definitiva, para el conjunto de la población mundial.
La falta de una cultura adecuada del reciclaje aunada a una insuficiente logística de recolección y tratamiento, han hecho que muchos municipios en el país, así como en otros muchos alrededor del mundo, sea común ver pilas de basura en calles, contenedores que rebosan deshechos pero, sobre todo, basureros o vertederos al aire libre; no saben qué hacer con la cantidad de residuos que albergan.
La producción de basura engendra en sí una paradoja cruel, a más desarrollo más residuos se generan; cuantos más residuos se generan, menos desarrollados estamos.
De acuerdo con el informe Perspectiva de la gestión de residuos en América Latina y el Caribe presentado con motivo del 21 Foro de Ministros de Medio Ambiente efectuado en Buenos Aires, Argentina en el 2018.
Anuncian que en México la lucha contra el cambio climático debe ser prioridad, así como las políticas públicas para fomentar la sostenibilidad, el reciclaje y la circularidad, deben ser una prioridad. La cantidad de residuos que se separan es menor al 10%, y casi la totalidad de los destinos finales de la basura no cuentan con las mínimas infraestructuras sanitarias.
Una prueba de ello es que en el 88% de los vertederos en el país no se lleva a cabo ningún monitoreo de seguridad o higiene. Esa es la realidad en un país en el que a diario se producen más de 120.000 toneladas de residuos sólidos (44 millones de toneladas al año), de las cuales 19.000 no se recolectan nunca o son quemadas en parcelas privadas o terminan en las alcantarillas, carreteras, o directamente en el mar.
Aunado a eso, la gestión de la basura está en manos de algunos grupos que obtienen ganancias económicas a costa de las personas más vulnerables de la sociedad que se dedican a la recolección de residuos sólidos –en México, la mayoría de las personas dedicadas a esta actividad no tienen un contrato laboral o un salario fijo, y no cuentan con un equipo mínimo de trabajo para garantizar su seguridad sanitaria, pues desarrollan esa labor con las manos sin guantes ni mascarillas; además, los vehículos donde transportan la basura son altamente contaminantes.
Lamentable que hoy se nos haga común observar la batería de un coche, una cáscara de naranja, un pañal, tubos de plástico y restos de lo que parece una inmensa tela que se entremezclan entre lo que pudo haber sido un riachuelo hace no mucho tiempo en nuestra ciudad.
Sobre esa montaña de desechos, unas aves picotean y buscan comida. Más abajo, un perro también rebusca entre una charca de agua negra algo que comer: lo grave no es que se bata en el barro, sino que lo hace en líquidos procedentes de la putrefacción de esos desechos.
¿Cómo comenzar a solucionar este problema? Muchos caminos deben seguirse; sin embargo, incrementar la cultura de una economía circular parece ser una de las mejores vías, ya que usar y desechar se ha convertido en un detonador del cambio climático.
Detener el consumo excesivo debe convertirse en prioridad, ya que la verdadera sostenibilidad exige cambios significativos en el estilo de vida, en lugar de impulsar sólo un uso más eficiente de los recursos. Con el paso de los años nos hemos convertido en una sociedad más consumista que muy pocas veces destina el dinero a brindar ayuda a otros, sino que, por el contrario, es enfocado en compras y principalmente de tecnología.
Es urgente que se comience la transición hacia un modelo circular, que implique compartir, reutilizar, reparar, renovar y reciclar, no sólo materiales, sino productos existentes; todas las veces que sea posible, así como rellenos sanitarios tecnificados.
Término con una cita célebre del físico Albert Einstein:
» Mira profundamente en la naturaleza y entonces comprenderás todo mejor «.
En esta frase Einstein nos advierte si queremos entender mejor algún aspecto de la vida, quizás debas pararte a pensar en cómo funciona la naturaleza: sus ciclos, su calma, sus formas de expandirse…