José Juan Marín

Hoy los signos de la catástrofe ambiental están presentes en casi todos los países del mundo.

La alteración de los ciclos de la lluvia lleva sequía a unas partes del mundo y exceso de lluvias e inundaciones a otras.

Un efecto del cambio climático global es que ha desaparecido la frontera entre las estaciones del año.

La crisis de agua potable, apta para el consumo humano, es otro más de los signos ominosos de nuestro tiempo, porque sin agua potable podrían detonarse las epidemias y enfermedades que ya habíamos controlado, y en este caso, días de profunda oscuridad podrían aguardar al ser humano en el futuro inmediato.

De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), 21.3 millones de mexicanos no tienen red de agua “y lo más grave es que tenemos cerca de 9 millones que no tienen ningún tipo de acceso al agua y que generalmente viven en las zonas más marginadas del país.

La sequía en el país está viviendo un periodo prolongado de escasez de agua, que particularmente será grave este año, ya que las 210 presas monitoreadas por la Comisión Nacional del Agua (Conagua) reportan un nivel de apenas 60 % de almacenaje en su conjunto.

La Ciudad de México y su zona metropolitana (centro del país), tendrán un fuerte impacto durante mayo a junio porque están por debajo del 50 % de agua en sus presas; será una temporada difícil. Debiéramos aprender del cercano problema del agua que tiene la zona metropolitana de Monterrey.

“Nuestro país vive en una situación de estrés hídrico grave”, señaló Raúl Rodríguez, presidente del Consejo Consultivo del Agua (CCA).

El agua es un asunto de seguridad nacional, por lo que requiere de acciones urgentes ante escenarios cada vez más complejos para el abastecimiento del recurso a las poblaciones.

Especialistas ponen en el centro de la agenda el cumplimiento del derecho humano al agua, la inversión para el mantenimiento y desarrollo de infraestructura hídrica, la seguridad hídrica, certeza jurídica y la cultura y uso sustentable del agua.

El abastecimiento del agua en México afronta diferentes problemáticas que van desde la sobreexplotación de los mantos acuíferos, los problemas en la red de distribución del agua, la contaminación y la falta de un control sobre las concesiones, incluyendo la parte agrícola.

Del agua que tenemos según Conagua, 77% está concesionada a la agricultura, 14% es para abastecimiento público como uso doméstico y negocios, 5% es para la generación de energía y el 4% restante es para la industria.

Pero las zonas urbanas pierden cerca del 40% de su agua potable debido a fugas en las redes de distribución, lo que ocasiona la falta de abastecimiento en algunas zonas. Este mismo fenómeno afecta al agua destinada a la agricultura, donde se calcula una pérdida de 50%.

Por su parte, los industriales usan agua de pozo para sus procesos y los permisos de concesión que les otorgan están sobre estimados sin que exista una limitación sobre el volumen que solicitan.

La pérdida de agua no sólo se debe a la sobrexplotación de ríos y mantos acuíferos, también es atribuida al cambio ambiental, lo que a su vez ha impactado en la reducción cada vez más evidente de las precipitaciones.

Aplicar medidas es un reto que debemos asumir, ya que implica no sólo realizar acciones pequeñas en casa o en empresas, sino actividades a gran escala de organismos establecidos a nivel mundial e incluso de gobiernos locales; la escasez de agua debe enfrentarse de manera responsable y frontal.

Debemos ser conscientes, comenzar por pequeñas acciones; no sólo se trata de no contaminar, sino también de no desperdiciar el vital líquido, de dar el uso correcto a los recursos con los que aún contamos; de no ser consumistas, de pensar en el prójimo porque si no actuamos con sensatez y pensando en el futuro, pronto nos encontraremos en una realidad postapocalíptica donde la vida, la supervivencia giran en torno a este preciado recurso: el agua.

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