Rogelio Raya Morales

Lo acontecido ayer en muchas partes de la república, debe ser analizado a la luz de la política de transformación que hoy está en marcha en nuestro país.

Primero, debemos decir que, apenas con unas cuantas reformas en las políticas públicas, la más sentida por la clase empresarial es la de pagar impuestos y, por la clase política, la de perder muchos privilegios, entre ellos, la corrupción que se había convertido en práctica cotidiana y, obviamente una muy sentida impunidad, se despierta una feroz resistencia por los poderes fácticos acostumbrados a ser el blanco benéfico de las políticas públicas.

No se trata de un gobierno que promueva el socialismo, al contrario, como lo hizo en su momento con sus reformas el economista inglés, Keynes, se trata de salvar el capitalismo, evitando los filos que pueden realmente provocar una respuesta mucho más radical de las mayorías explotadas, esa sí, en una dirección socialista. Tarde o temprano llegaremos a eso, pero está claro que hoy no se trata, ni remotamente, de eso.

La reforma al INE, toca a todos los partidos. Pudiera ser limitada o factible de perfeccionamiento, pero ahí está, en las cámaras para el debate con argumentos, con voluntad para corregir y perfeccionar lo que proceda. Es mentira que el presidente AMLO no promueve el debate. A él sólo le corresponde poner su propuesta, es a los legisladores a los que les corresponde decidir cómo llevar a cabo el debate. Pero no se hace así, desafortunadamente.

Oportunistamente, la clase empresarial y la burguesía burocrática, la que se ha hecho al amparo de los recursos públicos desde la posrevolución de 1917, aprovechan para evitar, desgastar, impedir la profundización y atacar, la actual política pública, sobre todo la que si toca fuertes intereses económicos y políticos.

Perversamente, aprovechan la reforma al INE, que busca no sólo nuevas formas de conformar el órgano electoral y convertirlo realmente en una instancia que garantice elecciones libres y dejar de gastar, derrochar, tanto dinero en las elecciones, para dirigir los dardos contra la política de la 4T.

La “marcha de la vergüenza”, se niega a sí misma. Se lucha contra una dictadura que no le pone ningún escollo a los marchantes. No hubo represión, no hubo amenazas, no hubo intimidaciones, no hubo chantajes para evitar que se manifestaran. Fue una marcha dentro de la muy deficiente democracia que hoy estamos por construir. Por ello, niega por sí misma, la consigna de que se lucha contra una dictadura.

Pero la “marcha de la infamia”, encabezada por lo más nefasto, que ahora son paladines de la democracia, de nuestra clase política, de la que los empresarios parece que están aprendiendo rápido, reproduce lo más negativo de nuestras prácticas políticas, aquellas por las que la gente ha demostrado y demostró en el 2018, su pleno hartazgo. Acarreos, amenazas de los empresarios a sus empleados si no marchaban, y de los gobiernos panistas, de movimiento ciudadano y de los partidos políticos.

Es claro que la inmensa mayoría no sabía por qué marchaba. De esto, pueden decir los conservadores que lo mismo pasa en nuestras marchas, pero hay una diferencia. La gente marchaba antes, y ahora lo tendrá que hacer de nuevo, por que siga transformándose el país.

La “marcha de la ignominia” es para detener la transformación. Imaginemos sólo la rabia que despierta en políticos y   empresarios el que ahora una buena cantidad de recursos públicos se ocupen en rehabilitar la maltrecha empresa estatal, nacional que se pretendía destruir por completo por la política neoliberal, en rescatarlos bosques dilapidados en una feroz depredación ambiental que sólo busca una inmoral ganancia, en becas para jóvenes, en apoyos para adultos mayores etc. Fue contra eso la marcha. Por eso es ignominiosa.

Los políticos marcharon por recuperar, vanamente, sus privilegios. Madrazo, Narro, Osorio Chong, los Ruiz Massieu, por seguir con la corrupción en el sector salud; Fox, Zavala, por sus nepotistas e inmorales negocios; Claudio X. González, por seguir consiguiendo los beneficios de las políticas del gobierno, Elba Esther, por recuperar, qué ilusa, el negocio del sindicato magisterial, los perredistas, sobre todo en nuestra ciudad, por demostrar que siguen siendo aliados confiables de sus amos neoliberales, etc. y Salinas de Gortari, detrás de todos, buscando que regrese el neoliberalismo.

Claro, se ha magnificando mucho por la prensa chayotera, el número y el contenido: rechazo a la reforma del INE por los mexicanos, que ahora se vende, como siempre, sin escrúpulos, a los que le pagan. También, esa prensa está desesperada por los recursos públicos y los favores dados indiscriminadamente por los gobiernos de antes.

Que no se engañen. Marcharon algunos miles de gentes, una mayoría sin saber ni estar convencida de por qué lo hicieron. Pero, que no se nos olvide que los que sí queremos la transformación somos muchos, muchos, muchos más.

La democracia, esto para algunos despistados, no es una panacea absoluta. Su propia definición dice que es el gobierno del pueblo, luego entonces, hay una parte de la sociedad que no es pueblo. Y siempre, entre los diferentes sectores o clases sociales hay diferentes proyectos políticos.

Una lección, para los que persiguen la 4T, desde las instancias del partido de estado, es que se deben poner las pilas. El 2024, requiere replantear muchas cosas. La derecha no descansa y va por la revancha. No creo que lo logre, pero en el intento, puede provocar situaciones indeseables.

¡Es el momento inmejorable para una profunda y objetiva crítica y autocrítica a lo que se ha hecho y se piensa hacer en el futuro, en el estado y en el país!

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