Jerjes Aguirre Avellaneda

En este y los años inmediatos, Michoacán vivirá circunstancias inéditas en su historia. La globalización de los mercados se ha impuesto sin siquiera saberlo y la falta de democracia lo ha hundido en la confusión. El rumbo de largo plazo es inexistente, tanto porque ha perdido capacidad de propuesta, como porque para sí mismo carece de proyectos históricos.

¿Qué es lo que alienta a los michoacanos? ¿Qué es aquello que puede producirle optimismo? La crisis lo afecta todo y sus expresiones evidentes son la pobreza, la inseguridad y el descrédito de la política. El diseño de las salidas se identifica con el dinero. Las disponibilidades presupuestales y las obras físicas, se elaboran con descuido absoluto de lo que sienten y piensan los michoacanos.

Ideología y partidos políticos se mueven en los esquemas establecidos, sin tomar en serio y menos cuestionar el “estado de derecho” ¿para qué y para quién?  Al final lo que se obtiene es el perfeccionamiento del modelo vigente, intentando hacerlo aparecer como definitivo, sin opciones y posibilidades de cambios profundos.

Sin embargo, la gente muestra una inquietud creciente. Percibe que algo no está funcionando bien, busca con tanteos soluciones, ensaya formas de organización para actuar, y el ambiente social se tensa cada vez más. Sindicatos, gremios y partidos políticos se mueven por inercia en viejos moldes que atrapan a las elites alejándolas de sus seguidores, hasta concluir en su propia perversión que es la que finalmente le muestran a la sociedad y así los considera.

Estos son tiempos para pensar y repensar, para analizar y definir, intentando hacer florecer los viejos orgullos y los sueños de grandeza, para que cada quien pueda decidir y hacer su vida como le haga sentirse mejor consigo mismo y con los demás. Todo esfuerzo en ese sentido, es imperativo pero necesario.

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