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Luis Sigfrido Gómez Campos

Vivimos tiempos difíciles, no cabe duda. Aunque se ha repetido hasta el cansancio que vivimos en una sociedad polarizada y que esto no conviene a nadie, la gran mayoría de ciudadanos seguimos estirando la cuerda sin advertir que, de reventarse, los efectos serían un desastre nacional de consecuencias impredecibles.

Los líderes exigen definición: o estás con el presidente y la 4T o en su contra. Y estar en su contra implica combatir cada decisión del ejecutivo federal y sumarse a la crítica repetitiva de lo que se consideran los yerros del presidente. ¿Cuáles? Cualquiera, porque, desde esta perspectiva, Andrés Manuel no tiene aciertos, puros errores. Es más, no lo llaman presidente de la república, ni tampoco por su nombre completo, le llaman solamente López.

Ahora bien, desde la otra perspectiva, si nos colocamos en el lugar de los partidarios del presidente López Obrador, éste no tiene mácula y todas sus decisiones tienen que ser apoyadas porque son parte de un proyecto de transformación de la nación que se está edificando sobre nuevas bases. Durante los últimos seis sexenios se llevó a cabo un proceso de saqueo y deterioro de las instituciones de tal magnitud, que hay que recomponer todo. Además de ladrones, los políticos de este período son unos inmorales que corrompieron el sistema político y edificaron un Estado que jamás tomó en cuenta a las clases desprotegidas. Todos los vicios de la nación se les debe a ellos. Ni uno se salva.

Las dos posiciones ideológicas cuentan con agresivos partidarios que intentan ofender más que convencer y las redes sociales se llenan de insultos y descalificaciones sin límite. La reprobación es mutua y ser opositor de cualquiera de los dos bandos te genera enemigos gratuitos.

El opositor que intenta ser racional termina riñendo con sus adversarios como si de enemigos se tratara.

Si no existe respeto ni para el presidente, mucho menos lo va a haber para cualquier otro actor político.

No sé cómo comenzó todo, pero el propio presidente de la república contesta las diatribas y descalifica a sus adversarios. Considero que utilizar términos inapropiados para su investidura como los de “prensa fifí”, o el “ya chole” para defender a Félix Salgado Macedonio, o llamar “borregos, desinformados, panfletarios y cómplices de un grupo corrupto, reaccionario y golpista” a los diputados del Parlamento Europeo, genera ataques, epítetos y descalificaciones muy fuertes que no deberían tener cabida en el sistema político mexicano.

Ese trato que se le da al presidente de la república y a su familia ha llegado a extremos inauditos de inmoralidad. ¿Qué es lo que se genera? Una polarización extrema que parece no tocar fondo. Ojalá todo se pudiera recomponer sin consecuencias graves para todos y cada uno de los miembros de la sociedad. Los de todas las clases sociales.

luissigfrido@hotmail.com

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