Piénsalo Tres Veces

Por: Francisco Javier Rauda Larios


El valor de la humildad

 

No hay nada noble en ser superior a otros. La verdadera nobleza radica en ser superior a tu antiguo yo. Proverbio hindú.

 

Humildad, que simple y que gran palabra es.

Aún y cuando la gran mayoría de los seres humanos consideramos la humildad como uno de los valores indispensables de nuestro desarrollo o mejor dicho, para desarrollarnos y de verdad lograr SER humanos, no todos, triste y lamentablemente, regimos nuestro actuar cotidiano por este principio.

Así que aprovecharé este espacio para invitarle amablemente, estimado lector, a hacer algunas reflexiones, creo yo interesantes, sobre el valor de la humildad.

La humildad, además de ser un valor universal que ha demostrado sus bondades, por decirlo de alguna manera, a la humanidad a través de los tiempos con base en los hechos y dichos, de hombres como Jesús, Gandhi o Abraham Lincoln, por citar algunos, resulta que, como diría el asombroso Sr Ripley, aunque usted no lo crea, también puede representar un valor económico para aquellos que ostentan este valor y para las empresas, instituciones u organizaciones a las que pertenezcan, estas humildes personas.

¿Un valor económico?

Se preguntará usted mi apreciado lector.

Pues sí, así es, leyó Usted bien, “valor económico”.

Ahora me explico.

Trate de imaginar la cantidad de dinero (si, dije di-ne-ro) que pierden muchas empresas por la falta de humildad de algunos, o muchos, de sus integrantes, principalmente, la falta de humildad de sus directivos y mandos medios.

Le cuento por qué.

Hay miles de jóvenes (y algunos mayorcitos, también) que poseen talento y cualidades extraordinarias, amen de sus conocimientos, y sin embargo cuando llegan a una empresa a solicitar trabajo, son rechazados por la única y sencilla razón de que la persona o personas encargadas de contratar al personal en dicha Empresa/Organización piensan que, de contratar a personas con dichas características, muy probablemente, en algún momento dado, podrían remplazarlos en su cargo.

Ese temor es infundado nada más, ni nada menos que por la falta de humildad.

Muy probablemente se preguntan a sí mismas: ¿Como voy a contratar a alguien que sabe más que yo? ¿Y si me quita el puesto? Mejor le digo que luego lo buscamos o que ya tenemos cubierta la vacante.

Luego entonces, todas las oportunidades que la Empresa/Organización tenía de mejorar sus procesos, de innovar y desarrollar nuevos productos o servicios se pierden por que la persona que pudo haberlos llevado a cabo, se quedó ahí afuera, esperando la oportunidad de poner en práctica sus conocimientos y habilidades.

Quién puede asegurar que lo que esta persona pudo haber hecho para la empresa creando ese nuevo producto, ese nuevo servicio, quizá pudo haberle redituado ganancias por miles, tal vez millones de pesos, dólares, o euros a la Empresa/Organización; pero como dice el dicho: “el hubiera no existe”.

La otra manera en la que puedo demostrar el valor económico de la humildad es, precisamente, a la inversa de la anterior.

Lo explico.

Sí, justo cuando, dentro de la organización, los directivos o, lo que es peor, los gerentes de los niveles intermedios comienzan a darse cuenta de que entre sus filas existe una o varias personas con la capacidad, el conocimiento, y el entusiasmo necesario para contribuir al crecimiento, fortalecimiento y desarrollo de la empresa…

¡SORPRESA! La historia se repite.

Porque estas personas en esos cargos superiores, empiezan a hacerse, casi, los mismos cuestionamientos:

¿Cómo voy a dejar que esta persona sobresalga más que yo, que soy su jefe?

¿Cómo voy a reconocer que sus ideas son mejores?

No puede ser más capaz que yo, si yo soy el jefe.

Si de momento esto le suena familiar mi querido lector, es mera coincidencia. Quiero suponer que en su Empresa/Organización no pasan estas cosas.

Retomando el tema, nuevamente esta persona capaz, proactiva, entusiasta, es relegada al igual que sus sanas y buenas intenciones con lo que sus prolíferas e innovadoras grandes ideas quedan exterminadas.

Me pregunto entonces, ¿cuánto creen que puede costarle a la empresa o cuanto deja de ganar ésta por no tener la humildad de reconocer lo valiosas que son las personas dentro y fuera de su organización?

Ejemplos de la vida real solo pondré dos, por razones de espacio, en el presente artículo.

Jan Koum, creador de Whatsapp, solicito trabajo en Facebook, pero fue rechazado porque no cubría el perfil que ellos necesitaban. Años después Facebook pago USD$21’800,000,000 por Whatsapp.

John Lasseter fue despedido de Disney por promover y proponer a su jefe la animación por computadora. Una vez fuera de Disney, se unió al también despedido de Apple, Steve Jobs (QED) y junto con él fundó la Compañía Pixar. En 2006 Disney compró Pixar por USD$7.400 millones.

Moreleja.

Por no tener la humildad para:

  • Reconocer que no soy perfecto.
  • Reconocer que, no es que las otras personas sepan más que yo, sino que, quizá, yo no me he preparado lo suficiente ni he seguido aprendiendo para estar en condiciones de mantenerme competitivo.
  • Reconocer que, con mi falta de humildad, en lugar de “ayudar” estoy, literalmente, aniquilando a mi Empresa/Organización.

Va a suceder precisamente eso y, lamentablemente, ya ha sucedido para muchas Empresas y Organizaciones, así que, como digo en uno de los capítulos de mi libro, “La calidad del dicho al hecho”:

“Cuando veas las barbas del vecino rasurar, pon las tuyas a remojar.”

Corolario:

¿Y la visión de futuro, ‘apa?

Bueno, responderé con otra pregunta:

¿Que va a ser de esa persona (la que toma esas decisiones) el día que su Empresa/Organización quiebre debido a su falta de humildad, por no reconocer lo señalado anteriormente, y no haber dado la oportunidad a esas personas que pudieron haber mantenido a la Empresa/Organización viva, energizada y a la vanguardia, prosperando con entusiasmo en este mundo globalizado, ferozmente competitivo y cambiante?

¿Adónde va a ir cuando ya no exista “su” Empresa/Organización?

Entonces, como diría la “Chimoltrufia”, el personaje cómico caracterizado por la actriz Florinda Meza: ¿Tengo o no tengo razón? Con eso del valor económico de la humildad.

Dejemos de perder, vamos a ganar… ¡SEAMOS HUMILDES!

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