José Juan Marín González

El agua está llamada a ser para la geopolítica del siglo XXI lo que fue el petróleo para el siglo XX, por lo que se convertirá en motivo de grandes conflictos.

El ex vicepresidente del Banco Mundial, Ismail Serageldin, predijo en 1995 que «las guerras del próximo siglo serán por el agua». Fue una afirmación audaz, basada en comportamientos humanos que han llevado a una creciente escasez de agua potable en algunas de las zonas políticas más conflictivas del mundo.

Las predicciones de grandes guerras entre naciones por el agua no se han cumplido… aún por fortuna. Pero no faltan las batallas por este recurso esencial. Los amargos conflictos a nivel regional en algunos puntos del planeta ya cobran un precio muy alto en términos de vidas y el bienestar. Y podrían convertirse en algo más mortífero.

A los analistas del tema les preocupa la disminución de los suministros de agua, producto del cambio climático, la destrucción de los bosques, la contaminación y el crecimiento de la población, lo que aumenta las tensiones.

Y aunque pareciera poco probable, este vital líquido se hace cada vez más necesario, a pesar de que oficialmente no hay una guerra etiquetada como tal por el agua.

De acuerdo con datos de la Organización de Naciones Unidas, hasta 2018 se tenían detectados 263 conflictos internacionales como el de la Cuenca de Zambeze, la tragedia del Nilo, el drama del Volta en África, las batallas de Mali, Nigeria y el sureste chino, así como la confrontación en el Golfo de Bengala, en India; incluso en México se tienen registrados al menos 916 conflictos sociales derivados de la lucha por agua; como ejemplo tenemos el lago de Cuitzeo, ubicado en el estado, que pasó de cuatro metros de profundidad en 1946 a 20 centímetros en 2018 y la  más reciente, la escasez de agua en el estado de Nuevo León.

La muerte de dos productores agrícolas, en medio de las protestas por el tratado de agua entre los Estados Unidos y México es un triste recordatorio de que la tesis de las «guerras por el agua» puede convertirse en una realidad, incluso antes de lo que se pensaba.

El abastecimiento del agua en México afronta diferentes problemáticas que van desde la sobreexplotación de los mantos acuíferos, los problemas en la red de distribución del agua, la contaminación y la falta de un control sobre las concesiones, incluyendo la parte agrícola.

Del agua que tenemos según Conagua, 77% está concesionada a la agricultura, 14% es para abastecimiento público como uso doméstico y negocios, 5% es para la generación de energía y el 4% restante es para la industria.

Pero las zonas urbanas pierden cerca del 40% de su agua potable debido a fugas en las redes de distribución, lo que ocasiona la falta de abastecimiento en algunas zonas. Este mismo fenómeno afecta al agua destinada a la agricultura, donde se calcula una pérdida de 50%.

Por su parte, los industriales usan agua de pozo para sus procesos y los permisos de concesión que les otorgan están sobre estimados sin que exista una limitación sobre el volumen que solicitan.

La pérdida de agua no sólo se debe a la sobrexplotación de ríos y mantos acuíferos, también es atribuida al cambio ambiental, lo que a su vez ha impactado en la reducción cada vez más evidente de las precipitaciones; tan sólo en 2011, el norte de nuestro país vivió una de las peores sequías.

Aplicar medidas es un reto que debemos asumir, ya que implica no sólo realizar acciones pequeñas en casa o en nuestras empresas, sino actividades a gran escala de organismos establecidos a nivel mundial e incluso de gobiernos locales; la escasez de agua debe enfrentarse de manera responsable y frontal.

Debemos ser conscientes, comenzar por pequeñas acciones; no sólo se trata de no contaminar, sino también de no desperdiciar, de dar el uso correcto a los recursos con los que aún contamos; de no ser consumistas, de pensar en el prójimo porque si no actuamos con sensatez y pensando en el futuro, pronto nos encontraremos en una realidad postapocalíptica donde la vida, la supervivencia y la guerra giran en torno a este preciado recurso: el agua.

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