LA FOTOGRAFIA DE  ARARO, COMO FUENTE DE HISTORIA

Leandro Espino Córdova

Cronista de Araro


                                                                                                                                                    

Enfrentarse al tema propuesto para este libro es tentador, atractivo; pero al mismo tiempo se convierte en un reto nada despreciable.

La vida es un cúmulo de recuerdos que se van juntando en momentos significativos o no, pero que cada uno de ellos constituye un hito, un alto y en cada uno de ellos, es como si se congelara nuestra existencia, hasta ese momento vivida.

En la fotografía como producto final impreso intervienen dos elementos fundamentales: el fotógrafo y la cámara.  El primero, con su sensibilidad y sus conocimientos. La cámara, como mero artefacto, a disposición del fotógrafo, ayuda a éste a lograr el fin: la captación de algo histórico, vivencial o testimonial.

Así nace una fotografía. Su vida es tan incierta como la vida humana. Hay fotografías que nacen muertas, porque no tienen ninguna trascendencia. Otras, destinadas a una vida larga, sortean muchos obstáculos y logran sobrevivir a todas las inclemencias del camino. Así, llegan a nuestras manos, furtiva, gratuita o circunstancialmente. Algunas amputadas, rotas, rasgadas o manchadas.

Los embates del tiempo, de las personas, las dejan marcadas; pero a pesar de todo, nos cuentan una historia, una anécdota, un hecho en los que intervienen personas. El momento aquel se congeló, se paralizó para las futuras generaciones. Es la travesía heróica de muchas fotos que afortunadamente han llegado hasta nosotros.

Las fotos presentadas en esta colaboración pretenden ser una muestra muy apretada del trancurrir de Araro a partir del siglo XX. Fotografías que nos dan pie y nos permiten remontarnos tiempos más remotos para contextualizar mejor dichas dichas fotografías.

Se trata, pues, de enmarcar las fotos para que tengamos una idea más precisa del significado de cada una de ellas. De la mayoría de las fotos es casi imposible dar pormenores del autor y del año. Otras, podemos llegar a la fecha por deducción, mas no al autor. De otras, sí sabemos fecha y autor. De esta manera, creo que presentamos un trabajo redondeado, que sin derjar de ser histórico, nos da la oportunidad de emplear la lírica, la lírica poética, que  nos inspira más de alguna fotografía.

LA FOTOGRAFIA DE  ARARO, COMO FUENTE DE HISTORIA

Leandro Espino Córdova

Cronista de Araro

 

                                                               

DON PEDRO TAPIA VERGARA

La foto es de 1901. Es la foto más antigua que está en mi archivo. Es copia de la original. Me fue cedida por el Sr. Ramón Tapia Sánchez, biznieto.

Quise incluir esta foto, porque para los destinos del pueblo en el siglo XIX, este personaje fue fundamental.  Para 1860, más o menos, Pedro Tapia Vergara, en circunstancias un tanto curiosas, compra la Hacienda de La Labor, ubicada en Araro.

Es una hacienda de la que tenemos noticia documental desde mediados del siglo XVIII. Era una hacienda agrícola chicas, por su no muy grande extensión, comparada con las grandes haciendas. Esta característica agrícola favoreció a mucha gente que encontró trabajo en ella, ya sea como peón o mediero.  La ganadería no fue su fuerte.

Maíz, frijol, calabaza, trigo, chile fueron sus principales cultivos. Cantidades nada despreciables de estos productos eran cosechados. Había mucho trabajo para la siembra, chapón, escarda y tablón. Varias presas garantizaban la siembra de «punteao» en mucho del terreno dedicado a la agicultura.

La siembra de «temporal» también era importante, en terrenos que no era posible el riego. La red de zanjones (canales) es impresionante. Muchos en la actualidad ya están borrados por falta de mantenimiento y de uso, pues más de alguna presa ha desaparecido.

Originario de la Hacienda de Pateo, en Maravatío, vino a radicarse a Zinapécuaro. Como trabajador de la Hacienda de Andocutín, tuvo la oportunidad de relacionarse con el dueño, quien le facilitó la compra de la hacienda de La Labor, en Araro. Aquí radicó desde 1860 más o menos. En la foto está con su segunda esposa y su primera hija, Ángela, de este matrimomnio.

La sobrevivencia del pueblo en el siglo XIX se debe en gran parte a la Hacienda de La Labor, pues al ser foco de atracción por la ocupación de mano de obra, hizo que en esta época Araro se poblara un poco más, ya que la inestabilidad de estos años, las muertes prematuras o violentas hacían un pueblo casi deshabitado.

A partir de 1860, mucha gente llegó a Araro, concretamente a la Hacienda, que les ofrecía trabajo y un pedazo de tierra prestado para hacer una casa humilde y poder vivir. Llegó a tener gran cantidad de gente, hay evidencias documentales. Eso sí, sujetos a la jurisdicción política de la Alcaldía de Araro.

La foto nos muestra a un hacendado ya de edad avanzada, para su tiempo, tenía más de 70 años. El traje, la corbata, el chaleco, la cadena del reloj, el pañuelo son indicadores del estatus social de Don Pedro. La vestimenta de la esposa y de la niña no dejan ninguna duda de este estatus. Posiblemente es una foto de estudio, pues no hay nada que indique otro lugar exterior.

Desafortunamente el rostro de la señora fue rasgado y se perdieron para siempres sus rasgos físicos. Creo que no vale la pena especular el motivo de la rasgadura.

 

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