Ingeniera Ambiental Frida Sauno Contreras

Panorama Ambiental A.C.

En numerosas ocasiones en el discurso político e incluso en la opinión crítica de los ciudadanos se ha mencionado la importancia de las buenas prácticas, lo bonito que es cuidar el ambiente y enseñar a las siguientes generaciones a reciclar. Estas palabras a veces demeritan la labor de los verdaderos luchadores del ambiente y promueven la idea del cuidado ambiental como una “moda pasajera” o peor aún utilizan “ambientalista” o “ecologista” como un peyorativo al describir a una persona radical en su postura o que como muchos lo califican “dramatiza los problemas ambientales”.

El desastre ecológico de nuestros ecosistemas son un claro reflejo de la fuerte y progresiva presión antropogénica sobre los recursos naturales, lo que en consecuencia ha destruido miles de años de convivencia pacífica entre la naturaleza y las comunidades humanas.

Más allá de presentar una recapitulación histórica del origen del ambientalismo y sus diferentes corrientes, el presente artículo invita a la reflexión de la percepción de la función de cada persona en la solución realista de los conflictos ambientales más importantes. Por supuesto, se enfatiza en la virtud de involucrar a las siguientes generaciones en la consolidación de comunidades más justas y resilientes al cambio climático.

Ya sea que se tenga como meta el mejorar la calidad de vida de la población en general, asegurar la sobrevivencia de vida humana en el futuro o la conservación de la naturaleza como fin supremo de concordia en el planeta, los problemas a los que nos enfrentamos son tan diversos que terminan siendo agrupados en grandes bloques.

Desde la crisis climática, extinción de especies y pérdida de la biodiversidad, degradación del suelo y deforestación, generación de residuos, contaminación y la escasez de agua potable, hasta los problemas de salud pública y extrema pobreza relacionados con la degradación de los ecosistemas y las brechas sociales del acceso a los bienes y servicios ambientales.

A estos problemas debemos añadir la tensión que existe entre los diferentes grupos de interés mercantil y los procesos que sostienen la vida en la Tierra. Los ambientalistas que surgieron en los años 60’ o en el inicio del año 2000 enfocaron su trabajo en la ecoeficiencia de los procesos productivos, la conceptualización de temas ambientales y la reivindicación de los derechos de las personas a disfrutar de un ambiente sano.

Debemos desmentir la idea de conservar y proteger por proteger, para reconocer la apremiante necesidad de una cultura adaptativa que reconozca el potencial ecológico de nuestro entorno natural desde una visión holística.

Más allá de la agenda mundial establecida por políticos y gobernantes es necesario el establecimiento de políticas ambientales construidas con procesos transdisciplinarios con una visión holística y multidimensional de los problemas, incluyendo la participación de la sociedad en la elaboración de estrategias y soluciones.

El reto en la actualidad es mantenernos informados y abiertos a las posibilidades, con respeto a la diversidad del pensamiento y sin tomar una postura extrema, utópica o pesimista sobre el futuro, ya que la clave para mantener la participación colectiva es el conocimiento, visión y en opinión de la que hoy escribe, inteligencia emocional.

Las habilidades, conocimiento y talento no pueden ser aprovechados sin contemplar la salud mental de los líderes sociales, esto es lo que hace excepcional la participación de una generación que tiene entre sus prioridades un equilibrio emocional y racional, una generación interconectada más allá de las redes sociales.

Las juventudes reconocen las luchas que nos han traído hasta este momento, empatizan con los problemas de quienes viven en su vecindario, cómo con quiénes viven al otro lado del mundo. Existe una creciente necesidad de resolver conflictos, lo que ha impulsado numerosas causas sociales a partir de la cooperación y la normalización de tópicos que no hace mucho se consideraban tabú o de los que simplemente la cotidianidad de la vida dejaba en un tercer plano.

Es apremiante la formación de más jóvenes, ya que necesitamos más investigadores, empresarios, políticos y líderes con ética ambiental pero sobre todo con la capacidad de enfrentar y resolver los riesgos, cambios y crisis ambientales.
Llegará el día en que la vida cotidiana en el planeta será preparar una composta en casa, cosechar el agua de lluvia, tratar las aguas residuales, separar nuestros residuos, hacer compras responsables, cultivar nuestros propios alimentos, producir energía alternativa y participar en acciones para la protección y restauración de los ecosistemas.

Ese momento se acerca más rápido de lo que parece, la clave son las Juventudes.

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